Humor sobre las cadenas de Whatsapp del 2002

 Queridos amigos:

Amigos, gracias por todas las cadenas de Whatsapp que me habéis mandado y las que me mandaréis en el 2002:

Ya no saco el dinero de los cajeros porque me van a poner una pantalla falsa, que me hace creer que se tragó la tarjeta y después me robarán el saldo disponible.

Dejé de tomar Coca-Cola después de enterarme que sirve hasta para quitar el sarro de los inodoros y además oxida los gayumbos.

Dejé de ir al cine por miedo a sentarme en una butaca y pincharme en el culo con una jeringa infectada de SIDA.

Huelo a perro sin bañar, porque dejé de usar desodorantes, ya que producen cáncer de sobaco.

No dejo el coche en los estacionamientos ni en ningún otro lado y a veces tengo que caminar como 7 manzanas por miedo a que me droguen con la muestra de un perfume para robarme y quizás con suerte ni me violen.

También dejé de contestar las llamadas telefónicas, temiendo que me pidiesen marcar el 9 y me llegue una cuenta telefónica de la ostia, porque me robaron la línea y llamaron a mi cargo a Uganda, Singapur, Estocolmo y Tokio.

Suspendí el consumo de varios alimentos por miedo a los estrógenos. También dejé de comer pollo y hamburguesas porque no son más que carne de engendros horripilantes sin ojos ni plumas, cultivados en unlaboratorio...Una especie de lombrices como las que usan en McDonalds para preparar las hamburguesas.

Dejé de tener relaciones sexuales por miedo a que me vendan los condones pinchados y me contagie de algo.

Además dejé de tomar cualquier cosa que venga en lata por miedo a morir envenenado por mierda y orines de rata.

Creo que me estoy volviendo loco ya que en las fiestas no le hago caso a ninguna chica que me tire los tejos, por mas buena que esté, por miedo a que me extirpe mis riñones y me deje dormido en una bañera con hielo.

Por supuesto, ya no uso el microondas por miedo a sufrir una súbita ebullición que me quemaría totalmente la cara apenas retirara mi sopita o mi café que acostumbraba a calentar todas las mañanas.
También doné todos mis ahorros a la cuenta de Amy Bruce, una niñita enferma que estuvo a punto de morirse unas 7.000 veces en el hospital. Por cierto, curiosa la niña, tiene siete años desde 1993...

Dejé de hacer, tomar y comer tantas cosas, que casi me muero.

Casi me muero de hambre esperando como un imbécil junto a mi correo los 150000 dólares que me mandarían Microsoft y AOL por participar en la prueba de rastreo de los e-mails.

El puto teléfono de Ericcson tampoco llegó, ni mucho menos el mentado viaje a Disneylandia ¡con todo pagado!

Además tampoco gané el 1,000,000 de euros, ni el Ferrari, ni tuve sexo con la persona de mis sueños ¡que fueron las 3 cosas que pedí como deseo después de mandar a 10 personas el Mantra Mágico enviado por el ojete del Dalai Lama.

Envié más de 500 firmas en contra de la guerra de US contra Irak y en apoyo a la renuncia de Chávez de Venezuela. Y al mamón de Bush le importo un carajo y Chávez hace lo que le sale de las pelotas.

Pero de lo que sí estoy seguro es de que todos mis e-males son a causa de una puta cadena que rompí u olvidé seguir

NOTA IMPORTANTE: Si no envías este e-mail por lo menos a 1200 personas en los próximos 10 segundos, te cagará una paloma hoy a las 7 de la tarde.

Humor sobre las cadenas de Whatsapp del 2002

Relato de un venezolano

Relato de un venezolano

EN EL DÍA DEL AMOR ME TOCÓ LLORAR

Sumito Estévez - Chef venezolano 

Estoy en Manta. Ecuador. Hago un festival en un restaurante. En la cocina hay venezolanos. Uno de los anfitriones es venezolano. El señor que cuida los carros no es empleado pero le dan almuerzo y vive de lo que le den. En el camino un semáforo rojo es la oportunidad que espera un andino, infiero por su acento educado, para limpiar el vidrio del auto. Un andino como de mi edad, ya entrado en la década de los cincuenta. Ahora que lo medito el que cuida los autos, el anfitrión, el limpiavidrios, ya no son tan jóvenes. La gente no tan joven suele tener una vida hecha. Tenían.

Estoy en la habitación. Suena los nudillos de alguien contra la madera. Entra Fredy a asearla. También es un hombre como de mi edad. Es raro que un hombre limpie la habitación de un hotel. Ahora que lo pienso, no recuerdo si antes me había pasado.

Voy a contar la historia de Fredy. No sé si Fredy se escribe con una o con dos des. Hablé mucho rato con él. Usaré el recurso de la primera persona para intentar ponerlos en mi lugar.

Soy Freddy. Trabajaba para empresas Polar. 

Pude comprar  casa en los Dos Caminos y traerme a mi Mamá de Los Teques. Los Teques está muy peligroso. Tuve dos hijos y una hija. Tengo dos nietas. Son las hijas de uno de mis hijos. Mi hija tuvo que dejar la universidad, ya no podíamos pagarla.

Mi hijo estudiaba en la Andrés Bello. Lo persiguieron por la Páez para robarle la moto. En la Redoma la India lo balearon. Agonizó 15 días. Tenía veinte años.

Me volví loco del dolor. Literalmente loco. Me internaron en Clínicas Caracas por la depresión. Empresas Polar pagó todo, teníamos buen seguro.

Soy católico. Mi abuela me enseñó a rezar el rosario y mi Mamá decía que de no haberme casado hubiese sido cura. Pequé y le reclamé a Dios por haberme abandonado. Un día una enfermera me puso una estampa de José Gregorio Hernández en el pecho y me dije que no iba a enterrar a mi fe junto a mi hijo.

Ya no teníamos para comer.

Me vine por tierra a Ecuador. Mucha gente me ayuda. Aquí hay muchos venezolanos. Nos reunimos en misa. Hay una pareja de doctores que rezan muy bonito. Creo que él se fue a Chile. Ella todavía está aquí.

Gano 300 dólares. Pago 150 dólares por la habitación. En un año me he mudado seis veces porque me suben el alquiler. Aquí en el trabajo me dan el almuerzo. Cenar no me hace falta. Yo le mando dinero a  mi familia. Pude mandarle medicinas a una prima que comenzó a convulsionar. Gracias a Dios en la iglesia me dieron dinero para las medicinas. Para mi abuela si no pude hacerlo a tiempo y se murió antes de que llegaran las medicinas. Hace 22 días que no mando dinero. No he podido.

Jamás les digo que paso trabajo. Mi Mamá me pregunta y siempre le digo que todo está bien. Y es la verdad. 

A ellos no los puedo traer. Perderíamos la casa. Si la dejamos sola la perdemos.

A veces tengo que desconectarme. Hace dos días le dije a mi hijo que iba a bloquear el whatsapp porque me escribía desesperado porque no tenía para comprarle comida a las nietas y le expliqué que necesitaba desconectarme para pensar. Un amigo me prestó 20 dólares y le pude mandar. Por eso me desconecto, porque todo el mundo me escribe. Amigos, primos, compañeros de trabajo. Todos. Y cuando leo los mensajes me desespero y los quiero ayudar a todos. Pero no puedo. Por eso me desconecto.

Los venezolanos nos ayudamos mucho. Yo ayudo a hacer bolsas de comida que donan personas y que donan en la iglesia y se las llevo. Me especializo en llevarlas a mujeres solas. Hay muchas mujeres solas con hijos que no tiene nada para comer.

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Toda esta conversación fue hoy 14 de febrero en mi cuarto. No es la primera que escucho porque no ha habido un solo venezolano que me haya topado a quien no le haya preguntado como está. Hace cuatro días el chofer del taxi que me llevó al aeropuerto de Santiago de Chile (él ingeniero, su esposa médico) me contó como había llegado sin nada con un hijo de dos años con cáncer a quien tenía que salvar (y salvó) y como la comunidad venezolana lo había ayudado y como ahora, dos años después, el usa el tiempo en que no hace de taxi para llevarle ayuda que donan venezolanos otros a venezolanos que lo necesitan en Chile.

Son personas con las historias más terribles las que siempre terminan por mostrarme que la misericordia y la solidaridad es parte de su vida. Los que casi no tienen nada usando su tiempo en ayudar a los que no tienen nada.

Cuando me iba a despedir de Freddy saqué 20 dólares que tenía en el bolsillo y se los di. Su turbación era absoluta. No aceptó. Estaba callado pero toda su gestualidad decía que no había hablado conmigo para dar lástima y pedirme. Le rogué que lo aceptara con mi muy andina frase de viejito no me niegue la posibilidad de ayudar. Freddy comenzó a llorar y comencé a llorar yo. Nos abrazamos y no volvimos a hablar ninguno de los dos.

Cada uno lloraba por sus razones. No puedo hablar por él pero sí por mi. Es cierto que lloraba por empatía. Que lloraba por llorón. Que lloraba porque me desespero y quiero ayudar y no sé bien cómo porque esto es demasiado masivo. Intuyo que Dios me está tratando de decir algo y buscaré la forma de ayudar.

Pero también es cierto que lloraba por vergüenza. Porque me da vergüenza ser de los que se salvó y no pasa trabajo. Claro que llevo mis dolores y mis pérdidas y mis depresiones a cuesta. Claro que no hay pérdida pequeña porque cada quien arrastra magnitudes en función del peso de sus propia historia, pero soy de los privilegiados e imagino que debo tener algo de ese síndrome culposo que cuentan que les da a los que se salvan en una tragedia. Pero también lloraba, sobre todo, por la vergüenza de ser tan frívolo a veces. Cuando yo digo “me quiero desconectar” me refiero a no querer ver noticias por un día. Freddy habla de callar las voces de quienes claman por ayuda para tener el tiempo de pensar para poder ayudarlos. Cuando yo leo en Facebook historias de venezolanos que nos hacen quedar mal (la nueva moda flagelante que le dio a las redes) pienso es en mi y en la vergüenza de que me crean igual, y en medio de ese ego se me olvida que este puto gobierno (en serio perdónenme el desliz, pero insultar también es catarsis) arroja a la calle todos los días a gente que lo perdió todo, y con todo no hablo de dinero sino de proyectos, de hijos muertos, de niñas que dejaron la universidad, de nietas que no comen, de casas que se pueden perder, de abuelas que no pudiste salvar; y no puede ser que me angustie sobre lo que pensarán de mi por el video de alguien que tuvo la mala suerte de ser grabado quien sabe en que instante de desesperación, mientras las calles de cada país de Latinoamérica están repletas de venezolanos empobrecidos que los fines de semana hacen bolsas de comida para ayudar a otros.

Vender por vender no vende más

𝐕𝐄𝐍𝐃𝐄𝐑 𝐏𝐎𝐑 𝐕𝐄𝐍𝐃𝐄𝐑 𝐍𝐎 𝐕𝐄𝐍𝐃𝐄 𝐌Á𝐒. 𝐕𝐄𝐍𝐃𝐄𝐑 𝐒𝐈𝐍 𝐈𝐌𝐏𝐎𝐑𝐓𝐀𝐑 𝐄𝐋 𝐌𝐀𝐋 𝐐𝐔𝐄 𝐂𝐀𝐔𝐒𝐀 𝐍𝐎 𝐕𝐀 𝐌Á𝐒.

Un negocio que entrega productos en una bolsa biodegradable o de papel reciclado no es lo mismo que aquel que contamina el planeta con una de plástico.

En este año nuevo decidí aportar mi grano de arena para que el mundo esté un poco mejor.

El 2020 fue un año de mucha transformación para todos y quedó bien claro que todos estamos en el mismo hogar y que lo que hacemos tiene efecto en lo colectivo.

Como muchas otras personas, en el 2020 pude iluminarme y tengo bien claro por donde quiero continuar.

Todo indica que si no hacemos ya pequeños grandes cambios individuales, el mundo tal cual lo conocemos hoy, en pocas décadas más no existirá más.

Hay muchísima y buena información como nunca antes que nos adelantan que la vida en la tierra para nuestros nietos será muy complicada si no comenzamos ahora mismo con pequeños grandes cambios.

Mi pequeño gran cambio que empezaré en mi negocio ya mismo es justamente asegurarme que mi conocimiento sobre marketing digital ayude a dueños de negocios que vendan productos o servicios amigables con el medio ambiente, ecológicos y sustentables.

Mis cursos estarán diseñados para dueños de negocios que vendan productos o servicios que no dañen al planeta. Les enseñaré cómo conectar con potenciales clientes a través de las redes sociales que crean en lo mismo que ellos.

Uniremos negocios con clientes totalmente alineados en esa conciencia.

Decidí ayudar a negocios que crean fervientemente que el consumismo irresponsable está llegando a su fin.

Estoy convencido que si puedo ayudar a que más empresas eco-friendly puedan aumentar responsable y orgánicamente las ventas de sus productos o servicios el mundo comenzará a estar un poco mejor y que más personas se sentirán mejor y más felices.

Y deseo también que suceda que varios empresarios que no estén alineados con este concepto se suban a este viaje. Que se transformen, que hagan el clic y se eleven.

Se que somos miles lo que estamos en la misma y que las generaciones que vienen detrás estarán más capacitadas que nosotros para que el futuro sea mejor.

Lo que estoy haciendo es ajustar lo que siento con lo que hago. Estoy siendo.

También decidí que cada venta de algún curso mío de ahora en más significará que en el mundo tendrá un nuevo árbol plantado. Un curso, un árbol.

Comienzo el 2021 largando esto. Y sé que llegará exactamente a las personas que tiene que llegar y que cada vez seremos más.

Sueño con una comunidad de dueños de negocios conectando para cocrear conocimientos que nos hagan mejores personas, más felices, más sanos y más fuertes.

Por nosotros, por nuestros hijos y por nuestros nietos por venir.

Un grano de arena es muy pequeño pero varios juntos pueden formar una hermosa playa en la cuál pases la mejor mañana de surf con tu hijo o el atardecer más increíble junto al amor de tu vida. 

Vender por vender no vende más