La mujer que violó a su hijo para curarlo de la homosexualidad

Barbara Baekelan, la mujer que violó a su hijo Anthony para curarlo de su homosexualidad. Esta es la increíble historia verídica.

La mujer que violó a su hijo para curarlo de la homosexualidad

Bárbara Saly Baekeland fue una mujer millonaria que pertenecía a la socialité americana.

Al ser una mujer de gran belleza, inicio su carrera como modelo de Vogue y como aspirante a estrella de Hollywood. Al poco tiempo, sus contactos le presentarían a Brooks Baekeland, nieto de Leo Baekeland, millonario creador de la baquelita. Se casaron porque Barbara tuvo un falso embarazo, sin embargo, en agosto de 1946 traería al mundo a Anthony, su primer hijo.

Durante el matrimonio, Barbara mostró una personalidad inestable. Tanto ella como su esposo llevaban una vida pegada al alcohol y a los encuentros sexuales con otras personas. A esto hay que sumarle que Anthony, con el tiempo, fue desvelando su homosexualidad.

Cuando el muchacho tenía 21 años de edad, sus padres se divorciaron. Al parecer, Brooks había dejado a Barbara por una mujer más joven, quien algunos creían se trataba de la primera enamorado que tuvo su hijo. El divorcio le chocó bastante a Barbara, hasta intentó suicidarse. Fue entonces, por su bien, que se fue a vivir con su hijo a un pent-house en Londres.

Allí, la mujer hizo notar su descontento con que su hijo, ahora, sea homosexual, así que intento “arreglarlo”. En un primer intento, contrató a prostitutas para que se acostaran con Anthony en la cama, pero él no quería. No se sentía cómodo con ello. Barbara, al ver que sus métodos no iban a funcionar, obligo a su hijo a tener relaciones incestuosas con ella.

Para aquel entonces, Anthony mostraba signos de esquizofrenia con tendencias paranoides, pero su padre se negó a llevarlo al psiquiatra porque pensaba que era algo “poco ético”.

Cansado de los abusos que recibía por parte de su madre, en julio de 1972, el muchacho, ahora de 25 años de edad, intentó tirar a su madre a la pista en pleno tráfico, pero falló. La policía lo arrestó de inmediato, pero su madre no puso cargo alguno. Meses más tarde, el 17 de noviembre, apuñaló hasta más no poder a Barbara, quien ya tenía 50 años de edad. La mujer murió en el acto, y Anthony, tranquilo, pidió comida por teléfono y esperó a que llegara la policía.

Tras su arresto, el juicio en su contra comenzaría el 6 de junio de 1973. Para su suerte, todos los testigos afirmaron tener conocimiento de lo que su madre le hacía y de la relación incestuosa que tenían. Creían que Barbara intentaba “curar” a su hijo de aquellas “preferencias sexuales” que tenía. Su defensa estuvo muy bien argumentada, por lo que solo lo encontraron culpable que cargos menores. Fue entonces enviado a Broadmoor, un hospital psiquiátrico.

Casi 7 años después, fue puesto en libertad el 21 de julio de 1980 a los 30 años de edad. Sus amigos habían hecho varias solicitudes para que salga libre. Anthony decidió trasladarse a la casa de su abuela materna de 87 años de edad en Nueva York, y luego de seis días de haber salido de prisión, el 27 de julio, atacó a su abuela con un cuchillo. La apuñaló 8 veces y le rompió varios huesos. Según él, su abuela se lo habría pedido.

La policía lo volvió a arrestar y se le encontró culpable de intento de asesinato. Esta vez, seria encerrado en Rikers Island. Tras 8 largos meses de evaluación por parte del equipo psiquiátrico del lugar, se esperaba que Anthony sea puesto en libertad condicional el 20 de marzo de 1981. Sin embargo, su caso tuvo que ser aplazado por el juez debido a un retraso en la transferencia de sus registros médicos del Reino Unido. Anthony regresó a su celda, y 30 minutos más tarde, seria encontrado muerto, con una bolsa de plástico en la cabeza. Falleció el 21 de marzo de 1981, y hasta hoy sigue siendo un misterio si realmente se suicidó, o si alguien lo mató.

La historia de los Baekeland se transformaría en un libro que más tarde fue adaptado al cine con el nombre de Savage Grace (2007).

Porque son importantes los autos

Se necesitan autos para el transporte. Las personas conducen automóviles para que puedan tener la libertad que necesitan para poder llegar a donde necesitan ir cuando necesitan llegar allí.

Manejar un automóvil no es demasiado difícil y le da a alguien la capacidad de viajar distancias grandes o pequeñas mucho más rápido que caminar. Antes de poder conducir un automóvil legalmente, las personas deben obtener una licencia de conducir. Para obtener una licencia, los conductores potenciales deben pasar una prueba escrita para demostrar que conocen las reglas de circulación y qué hacer en diferentes tipos de situaciones. Luego deben pasar una porción de conducción de la prueba. El examinador tiene conductores que conducen a diferentes áreas para mostrar sus habilidades.

Pasar una prueba de manejo no hace que alguien sea un gran conductor. Cuando está detrás del volante de un automóvil, es importante que los conductores permanezcan alertas en todo momento. Esto significa prestar atención a la carretera en lugar de teléfonos celulares, radios, pasajeros y otras distracciones. Conducir a la defensiva y reaccionar de manera decisiva ante las acciones de otros conductores y peatones es la mejor manera de evitar accidentes. Los conductores nunca deben operar vehículos motorizados bajo la influencia del alcohol o las drogas.

Los automóviles son importantes porque proporcionan un medio de transporte común, ya sea un viaje más largo al trabajo o un viaje más corto para hacer recados en la ciudad. Además, aquellos que no tienen un acceso conveniente al transporte público, como trenes o autobuses, lo que es especialmente cierto en los suburbios, pueden usar los automóviles para el transporte personal.

Hay muchos tipos diferentes de autos, incluyendo autos deportivos, de lujo, orientados a la familia, pequeños y grandes. Las personas que viven en espacios reducidos, como las ciudades, pueden confiar más en los taxis o acordar compartir el viaje con otros en lugar de tener sus propios vehículos. Otro beneficio de un automóvil es que está listo para funcionar en caso de una emergencia, brindando un acceso más rápido a la atención médica necesaria. Muchas personas también disfrutan de la libertad y la independencia de tener un automóvil.

Porque son importantes los autos

Sin laburo

Te quedás sin laburo y es como una piña en la frente. Se te vienen mil cosas a la cabeza y se te instalan ahí para no soltarte. Desde el momento que te rajan arrancás a pensar cómo carajo vas a hacer para pagar las cuentas, intentás recordar dónde andaban buscando gente, le avisás a todos tus conocidos que buscás lo que sea, donde sea. Publicás en face. Después de unos días salís a tirar currículums, fotocopia por fotocopia tirás en las consultoras y negocios que pensás que pueden tomarte. Cualquier cosita te llamamos, escuchás. Después de gastar en fotocopias, colectivos, trenes y pedaleadas se te cae la moral a pedazos. Sentís que es tirar plata al pedo. Mirás el diario todos los días, mirás los grupos de internet. Mirás el celu a cada rato, controlando que ande bien.

Nadie llama. Se acabó el frasco de café y se vació el freezer. Gustitos que no vas a volver a comprar hasta que no tengas laburo asegurado.

Después de un par de semanas empezás a mirar con atención a tu alrededor a ver qué carajo podés vender. No hay nada de valor. Pensás en vender la ropa que no usás, no vale nada pero en alguna feria capaz te dan unos pesos, para pagar el fiado o comprar algo de mercadería. Todo el día es pensar y pensar de dónde carajo vas a sacar guita. Mirás a tu alrededor: todo el barrio está vendiendo empanadas, sorrentinos y pizzas caseras. Todos están en la misma.

Nadie llama. Hace rato no hay azúcar, sale mate amargo como siempre y los chicos toman el té con unos sobrecitos de edulcorante que estaban en la alacena hace mil años.

Después del mes empezás a dejar de lado todo tipo de orgullo. Empezás a mirar la basura de los barrios chetos: alguna mochila rescatable, un par de zapatos, lo que sea. Nada sirve de un carajo, pero igual estás atento. Pensás en ir a la municipalidad pero no “parecés” tan pobre aunque lo seas. Desarmás una tele vieja para vender el cobre, abollás una olla que tenías en el patio para venderla por aluminio. Te enterás de un trueque y salís con lo poco que te queda, a buscar aceite, arroz y yerba.

Nadie llama. Hoy abriste el último paquete de fideos. Vas a comprar varios más ni bien consigas un peso.

Después de dos meses sin laburo ya dejaste todo lo que se puede dejar. Usás el champú más barato y lo estirás con agua si es necesario. Dejaste de cenar y te tomás un té caliente con pan, total ya te vas a la cama. Dejaste el queso rallado, el tuco, la carne y los lácteos. Dejaste de andar en bondi porque está carísimo, sólo te manejás en el barrio. Dejaste de buscar trabajo porque es una pérdida de tiempo: no hay nada. Dejaste de ser un laburante para ser uno más de los casi 13 millones de argentinos que por más que se rompan el lomo, se vuelven cada día un poco más pobres.

Mirás a tu alrededor. Llegó el aviso de corte de luz. No queda nada para vender. No queda nada para comer.

Nadie llama.

sin laburo

Fuente : Facebook