El último amanecer de mi papá y si compadre gato

El último amanecer de mi papá y si compadre gato

“Hace 4 años, un gatito callejero nos hizo piruetas, y por entonces sólo podíamos alimentarlo sin meterlo a casa. No pasaron muchos días, hasta que la lata de comida la fuimos dejando más y más adentro para que se anime a pasar. Todo lo hacíamos a escondidas de mis padres, vivimos con ellos y no querían mascotas.

Cuando dimos el paso decisivo «lo queremos» sabíamos que no sería fácil mantenerlo escondido hasta encontrar el momento perfecto de hablar con mis padres y pedir su permiso. Y así transcurrieron 4 meses, en los cuales lo llevamos a esterilizar y supimos que era niño y no niña, en que teníamos un arsenal de juguetes y demás cosas escondidas y repartidas entre mi cuarto y el de Nuria. Hasta que un día, por un descuido, y como es gato, saltó tras mi mamá para ir al jardín, y ella lo echó a la calle. Obviamente yo cogí una manta y me fui con su comida y agua a buscarlo, dispuesta a pasar la noche con mi gato, ahí en la calle, de donde ya lo habíamos rescatado.

Recibí al par de horas la llamada diciendo que volveríamos, pero con condiciones...el gato y mi papá no podían estar en la misma habitación por ninguna razón, él no aprobaba que hubiera traído un gato de la calle y menos a escondidas.

Y así fue, papá me decía «voy a pasar, saca al animal» y tenía que retirar a mi gato de la vista de él. Mi pobre chiquito se portaba muy bien, como sabiendo que debía permanecer en silencio para no molestar.

Un día, antes de las 6 de la mañana, mi papá estaba en su sillón de la sala viendo las noticias, como siempre, ¡pero compartía el sillón con el gato, y lo acariciaba! ¡Qué día tan dichoso! Desde entonces ya no lo llamó «el animal» o por su nombre «Presidente Miau», no, desde ese día era «mi compadre».

Y mi papá y mi Presidente Miau se quisieron, mucho.

Comenzaba el día sobre las 5 de la madrugada, el primero que se levantaba buscaba al otro, y si no respondía, seguro estaba en el baño. Escuchaba a mi gato maullar muy bajito frente a la puerta del cuarto de mi papá, si no respondía iba al baño y metía la patita por debajo, e inmediatamente la voz de mi papá diciendo «ya, compadre, ya salgo».

Juntos desayunaban, juntos veían el amanecer, juntos hasta el último amanecer que lo vimos los 3, el último que papá vio, porque el cáncer lo golpeó muy fuerte y muy rápido, no se levantó nunca más de su cama.

El amor y la fidelidad de mi gato por mi papá lo llevó a superar el terror que le tiene a casi toda la gente. Venían médicos, enfermeras, paramédicos y ambulancias, y mi gato no se movía de su lado. Mi papá me pedía que llevará su mano a la cabecita de Presidente, él siempre estaba cerca, pero no subía a la cama porque a mi mamá no le gustaba eso.

Hasta aquel día, mi papá ya no era él, no hablaba, sólo roncaba. Cuando se fueron las enfermeras, Presidente saltó a la cama y se echó al lado de mi papá, pocos minutos después mi papá falleció en mis brazos.

Hasta mi mamá aprendió a quererlo, con nadie mantiene esas charlas tan largas como con mi mamá. Desde que ella se levanta ambos maúllan, sí, mi mamá la que lo echó de casa ahora maúlla con él, tienen una relación muy especial.

Desde que él llegó a nuestras vidas todo cambió, sólo 1 vez me han hospitalizado por el lupus y demás complicaciones que tengo, antes eran varias veces al año. Nos mantiene de buen ánimo y está para todos nosotros cuando lo llamamos.

Ese 16 de agosto de 2016 no lo rescatamos, él nos rescató a nosotros.

El 18 de agosto 2 años después, mi papá murió, y cada día mi presidentito se sienta frente a la puerta de su cuarto a esperarlo”.

Erika (la mamá de Presidente Miau)

0 comments:

Publicar un comentario